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10 febrero, 2017
El pan es uno de los alimentos más antiguos de la humanidad y su elaboración se ha basado en los cereales disponibles de cada lugar: trigo, cebada, maíz, arroz, centeno, etc.; y en los recursos económicos, ya que no todos tenían el mismo coste.
Las propiedades y nutrientes son muy variadas dependiendo de los cereales empleados pero sobre todo de su modo de elaboración. A lo largo de la historia los procesos de cocción del pan han ido evolucionando de los más artesanales a los más mecanizados, lo que ha creado una industria de producción a gran escala a costa de perder calidad en las harinas empleadas y añadir sustancias químicas para su conservación.
El pan convencional se compone de cultivos en los que han empleado herbicidas y plaguicidas y de levadura alimentada con sustancias que aceleran su fermentación. El objetivo principal es conseguir la máxima rentabilidad del producto disminuyendo los costes en su elaboración y dando como resultado numerosas piezas de pan.
Entre las diferencias del pan ecológico respecto al convencional se encuentra principalmente el tipo de cultivo que se selecciona. La harina integral se mantiene con el salvado, el germen y las vitaminas, los cuales se quitan en la elaboración de la harina blanca, y provienen de cereales que no se han tratado genéticamente. Además, se protegen de sustancias químicas provenientes de los herbicidas y pasan por un proceso de fermentación que respeta la temperatura, la humedad y el tiempo necesarios.
El pan ecológico se obtiene exclusivamente de la mezcla de la masa con agua, sal marina y levadura madre, sin ningún tipo de aditivo más. El resultado no es solo un pan con auténtico sabor, sino también un alimento lleno de nutrientes.
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